Dejar ir

Dejar ir  Al dejar ir y dejar a Dios actuar, me hago parte de una solución divida.

Cuando tengo un problema que parece no tener solución, se lo entrego a Dios. Al hacerlo, me imagino me imagino que pongo el problema en el altar de Dios, dando gracias por el resultado positivo que surgirá.

Sé que no debo tomar el problema de nuevo preocupándome otra vez. ¡He dejado ir!

Puedo dejar ir preocupaciones, bien sean grandes o pequeñas, y así lo hago porque confío en Dios. Dejo que su plan se desarrolle un día a la vez, y siento paz por todo lo que pasa. De hecho, cumplo con todos mis compromisos, pero dejo una brecha abierta a la posibilidad de un cambio divino.

Según siento más comodidad al no tratar de controlar mi vida, descubro cuán satisfactorio es dejar que Dios me guíe. Al dejar ir y dejar a Dios actuar, soy parte de un plan divino.