La ira

iraLa vida moderna está llena de múltiples actividades donde nunca faltan las vicisitudes: Los problemas económicos, a duras penas logramos sobrevivir. Las enfermedades, que se acentúan debido a este ritmo acelerado de vida: no hay tiempo ni para ir al médico. Los asuntos familiares, que cada vez se hacen más álgidos. El éxito profesional, la exigencia cada vez mayor del medio para lograrlo… nos sentimos impotentes ante tanta complicación y como consecuencia establecemos como patrón de respuesta mecánica "La Rabia".

Por todas estas presiones nos sentimos constantemente ofuscados, irritados y hasta amargados; no sopesamos la contundencia de nuestras respuestas que están generalmente cargadas de agresión o de ironía. No nos medimos al responder ácidamente a nuestros amigos… este tipo de respuesta se acentúa cuando se trata de nuestra pareja y llega a confines ilimitados cuando nos dirigimos a nuestros hijos.

A cualquier cosa que nos presione la respuesta constante siempre es Rabia... y decimos: "Es que esto me da rabia", "Es que tal cosa me pone iracundo"... es como que no tuviésemos otra manera de reaccionar ante los inconvenientes de otra forma que no sea "Rabia". Sin darnos cuentas nos hemos convertidos en casi animales salvajes donde al "Yo Superior", que es nuestra capacidad de amar, no le damos la oportunidad de manifestarse en nuestra vida cotidiana.

Las palabras son como balas... una vez que las disparamos ya no las podemos recoger… generalmente causan daños irreparables y resquebrajan la relaciones. Aunque nuestros allegados nos soporten (generalmente porque no les queda más remedio), la relación no siempre volverá a ser la misma, porque habrá quedado una herida, que a veces de manera inconsciente, les producen un cambios de criterio sobre nosotros… no sólo pierden la buena estimación que nos tenían, sino va naciendo en ellos un resentimiento inconsciente que tarde o temprano se manifestará en el trato irreverente que termina doliéndonos.

Cuando recordamos el pasado no entendemos el por qué esa personas nos ha dejado de tratar; poco a poco nos vamos creando nuestra soledad e insatisfacción de vida. Es cierto que la vida moderna nos ha llevado a esto, pero no menos cierto es, que no hemos hecho absolutamente nada para controlarnos; simplemente, desde nuestro egocentrismo, pensamos que los demás tendrán que doblegarse si nos quieren a su lado.

Esto también puede ser cierto, pero por un tiempo nada más; ellos están con nosotros a regañadientes y apenas logren valerse por si mismos, sin lugar a duda, nos darán la espalda y, por mecanismo de defensa, olvidarán en muy poco tiempo que una vez nos conocieron. Nosotros, en nuestra ceguera, seguiremos creyendo que las personas son ingratas.

Debemos poner de nuestra parte, basta con entender que todo ser humano es el Dios mismo encarnado y que sean quienes sean, tengan el nivel que tengan, merecen todo nuestro amor y respeto. Ellos no tienen por qué aguantar nuestras explosiones de iras, basta con cambiar nuestro criterio sobre la humanidad para que nuestro paradigma cambie automáticamente y comencemos a crear un ambiente de paz, amor y bienestar a nuestro alrededor.

Fuente : Ciudad futura