A veces, las circunstancias pueden reflejar escasez, como si las oportunidades fueran limitadas. En vez de permitir que el temor me cierre el corazón, mantengo mi confianza y fe en el Espíritu Santo. Elevo mis ojos al amor abundante de Dios, y abro mi corazón para sentir Su amor. Afirmo: La abundancia de Dios es ilimitada. Estoy preparado y receptivo para recibir mi bien.

Al abrir mi corazón, también presto atención para saber qué me corresponde hacer. Así tendré una visión completa de cómo mi abundancia vendrá a mí. Las ideas divinas pueden surgir una a la vez —puntos de apoyo para una vida abundante y fructífera. Me entrego al plan que la Vida tiene para mí, espero lo mejor y lo recibo con gozosa gratitud.

Juan 4:14 El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás