Diariamente encuentro que tengo la atención enfocada en el mundo externo: obligaciones, horarios y objetivos que cumplir. Esto puede hacerme sentir nervioso o en una posición incómoda entre lo que debo hacer y lo que quiero hacer.

En momentos como esos, tomo la decisión de entregar mi vida, mi agenda, al Espíritu en mí. Al hacerlo, siento libertad espiritual, una paz interna que fluye en mí y que disipa toda preocupación o inquietud.

Mientras más me entregue a lo divino, más serena y significativa se vuelve mi vida. Gracias a un enfoque más consciente —alineado con Dios en todo momento— experimento libertad. Me siento bendecido y lleno de poder. Yo soy libre en toda área de mi vida.

Eclesiástico 15:14  Al principio, Dios nos creó y nos dio libertad para decidir