Gozo
Río de gozo.
Cuando oigo a alguien reír, a menudo yo río también y me siento gozoso y de corazón alegre. No importa lo que suceda en mi vida, al recordar experiencias divertidas y graciosas, y momentos en los que reí hasta llorar, avivo mi niño interno.
Si me siento triste o deprimido, tomo un momento para aquietarme y pedirle a Dios que me haga recordar aquello que es edificante y ameno. Recuerdo las bendiciones en mi vida, los momentos en que sentí gran gozo y satisfacción. Al permitir que esos recuerdos llenen mi mente, la dicha comienza a avivarse en mí. El gozo surge primeramente como una sonrisa, luego se convierte en risa e irradia de mi interior para alegrar a las personas a mi alrededor.
Entonces dijo Sara: “Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oiga se reirá conmigo”.—Génesis 21:6