Por ser un ser espiritual, soy más que un cuerpo físico, y mis necesidades van más allá de alimento y agua. Encuentro sustento espiritual al orar y meditar. Jesús sabía de la importancia de tener presente nuestra relación inseparable con lo Divino, y enseñó que Dios es una presencia viviente en nosotros.

Me doy cuenta de la importancia de su enseñanza. Reconozco que mientras más tiempo pase en oración, más experimentaré mi unidad con Dios y con toda la creación.

Cualquier reto terrenal es transformado gracias a la Presencia divina moradora. Dejo ir toda preocupación con la seguridad callada —un saber apacible— de que el ser espiritual que yo soy no está limitado de ninguna manera.