Es liberador saber que soy yo quien decide qué tipo de día voy a tener y, a través de las decisiones que tomo, qué tipo de vida voy a disfrutar. Comienzo por estar consciente, momento a momento, de los pensamientos que mantengo en mi mente. Aunque puede que no elija conscientemente un pensamiento que aparece en mi mente de improviso, elijo ejercitar dominio sobre cuáles pensamientos continuaré sustentando y fomentando.

Mi atención está firmemente fija en el único poder que es bueno, el único poder que es Dios. Mantengo mi enfoque sólo en actitudes y pensamientos buenos, útiles, armoniosos y amorosos. Sólo existe un poder al cual doy autoridad en mi vida: ¡Dios! Vivo consciente de que yo soy uno con el Uno.