Al comenzar mi día, hago una pausa fervorosa y afirmo: Mi mayor bien se está manifestando. Me dirijo a mi interior y entro en el Silencio. Dedico tiempo y atención a la paz y al poder ilimitados de mi Fuente. Estos momentos valiosos de oración me recuerdan el tiempo que Jesús pasó en Getsemaní.

La meditación me permite comulgar con el Espíritu y experimentar nuestra unidad. Siento la presencia de Dios en el huerto de mi alma. Aun en las horas más oscuras, recuerdo que la luz de Dios siempre resplandece para guiarme.

La verdad es que la luz divina irradia en mí, por medio de mí y como yo, ayudándome a superar cualquier reto en la vida. Al recordar estas verdades también recuerdo el bien que se está manifestando ahora mismo en mi vida.