El amanecer cambia la noche en un nuevo día a medida que la luz se expande pausadamente transformando la oscuridad. Lo que una vez pareció estar en las sombras es traído a la luz, recordándome que la luz de Dios en mí puede disipar toda aparente oscuridad.

Sé que no puedo controlar a las personas ni las circunstancias, mas comprendo que aún en medio de la oscuridad tengo acceso a la luz que mora en mí. En cualquier momento en el que experimente temor o desánimo, determino sentir el poder transformativo que me brinda un nuevo día. No soy nada menos que la luz de Dios. He sido creado a Su imagen y semejanza. Así como el sol sale invariablemente, disipo cualquier oscuridad interna o a mi alrededor gracias a mi luz interna.