El amor divino, universal e incondicional, es como un imán que atrae solo el bien. No existe persona, situación o experiencia fuera del alcance de este amor. Aunque parecemos personas únicas y diversas, todos somos parte de la misma familia espiritual. Trabajo junto a mis hermanos y hermanas en espíritu para establecer la paz del mundo.

Elijo expresar amor, paciencia y bondad. Comparto compasión y gratitud con todas las personas y me uno a quienes se reúnen para dar de comer al hambriento, dar albergue al indigente y sanar al enfermo. Veo naciones utilizando el arte de la comunicación no violenta y familias educando a sus hijos en el arte de la compasión. La paz mundial comienza con amor.

Mateo 25:40 De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron