Me pongo un escudo de sabiduría y amor divinos.

En los tiempos medievales, los escudos protegían a los soldados durante las batallas. Ahora yo, para protegerme de cualquier daño y temor, dolor o ira, me pongo un escudo divino de amor y sabiduría.

Esto es posible gracias a mis intervalos de oración y meditación. En mis momentos de comunión con Dios, me vuelvo tan consciente de Su amor y poder que los siento parte de mí. La presencia de Dios es un escudo que me protege de todo aquello que no promueve la paz, el amor o la armonía.

Nada puede perturbar la paz de mi alma; gracias a la protección de Dios disfruto de una defensa sagrada. Confío en la fortaleza y el amparo de Dios en mí. El escudo de la sabiduría y el amor divinos me resguardan de cualquier desafío.