En vez de permitir que las circunstancias externas disuadan mi mente, miro más allá de las apariencias a la verdad de mi ser. Hago esto acudiendo a mi interior, a un lugar de paz —el Silencio. Así como las palabras del libro Curación cristiana les recuerdan a los lectores: “Para percibir a Dios, debemos aquietar nuestros pensamientos y entrar en la quietud, paz y armonía del Espíritu”.

Cuando voy a mi interior para orar, los pensamientos negativos se disipan. En el Silencio, yo soy uno con el Espíritu. En esta conciencia de mi poder más elevado, reconozco mis dones espirituales. Encuentro la fortaleza que busco, el amor que me sostiene y la paz que alivia mi alma.

Al regresar a mi día, traigo estos atributos conmigo. Yo soy renovado en mente y corazón.