24 de enero del 2013 - Jueves
Mis palabras invocan la actividad del Espíritu Santo. La paz surge para sosegar mis emociones y calmar mis pensamientos atribulados. Con una respiración profunda, me centro de nuevo en la paz de Dios que siempre está disponible para mí. No tengo nada que temer. El resentimiento y la preocupación se disuelven en la nada. Cada situación es resuelta, cada preocupación es temporal. La paz de Dios está establecida en mí.