22 de Diciembre de 2014- Lunes
En la quietud, siento la presencia amorosa de Dios.
Quietud
En la quietud de una noche invernal, puede que me asome a la ventana y vea que la nieve cae suavemente. Un sentimiento de calma llena el silencio de la noche. En mi espacio tranquilo, encuentro una paz que me sana y rejuvenece. En la quietud, mi alma es restaurada.
Puedo encontrar un lugar tranquilo a cualquier hora del día o de la noche. Solo necesito cerrar los ojos y pensar en Dios y solo en Dios. Tomo un momento para aquietarme y respirar profundamente. Al sentir mi conexión con el Espíritu, el ajetreo y las distracciones se desvanecen. En el silencio, contemplo la inmensidad del Espíritu, experimento su presencia amorosa y protectora. Con una mente serena y un alma restaurada, siento gratitud por el amor divino.
- Salmo 131:2
“Me porto con mesura y en sosiego”