06 de Abril de 2015- Lunes
Cuando centro mi atención en Dios, experimento gran amor.
Amor
Aquello en lo que enfoco mi atención crece. El Espíritu es la fuente máxima de todo amor y mientras más me centro en el Espíritu, más amor es evidente en mi vida. Practico enfocar mi atención en Dios, en vez de en las distracciones del mundo. Al hacerlo, mi conciencia de la presencia moradora y afable se expande. En el silencio cultivo mi habilidad para percibir el amor como la esencia misma de mi ser.
Expreso afecto libremente desde mi interior, en vez de buscarlo incesantemente en lo externo. Al orar y meditar, reconozco el amor como el poder unificador detrás de toda existencia. Siento la plenitud del amor divino, el cual nos sostiene y nos vincula como uno.
Sofonías 3:17
“El Señor tu Dios está en medio de ti... Con su amor te dará nueva vida; en su alegría cantará”.