15 de Mayo de 2015- Viernes
Aprendo y crezco espiritualmente cuando dejo ir y prosigo con Dios.
Dejar ir
La vida nos brinda una secuencia de acontecimientos para enseñarnos a dejar ir. Cuando niños, soltamos la mano de un adulto para dar nuestros primeros pasos solos. Luego, dejamos ir la seguridad del cuidado de nuestros padres para forjar nuestro propio destino. Cada experiencia de dejar ir aumenta nuestra confianza.
A medida que la vida progresa, aprendemos a liberar aquellos sentimientos y sucesos que no nos benefician. Si se nos hace difícil dejar ir, evocamos aquellos momentos en los que dijimos adiós a algo y a cambio logramos un bien mayor. Crezco como persona al dejar ir. Afirmo: Nunca estoy solo cuando es hora de dejar ir, porque soy uno con Dios, mi luz y mi protector.
Salmo 143:8
“Hazme saber el camino por donde ande, porque hacia ti he elevado mi alma”.