09 de Diciembre de 2015- Miercoles
Mi divinidad resplandece por medio de mi humanidad.
Resplandor
Jesús dijo: “Ustedes son la sal de la tierra... Ustedes son la luz del mundo”. Somos tanto humanos como divinos. Mi naturaleza humana es verdadera, receptiva y honesta. Siento gratitud por mi cuerpo, el cual me permite expresar amor, sabiduría y compasión. Mi naturaleza divina resplandece a través de actos de bondad y servicio. Como expresa la cantautora Karen Drucker: “Permito que mi faro de luz grande y resplandeciente brille”.
Jesús nos inspiró a permitir que nuestra luz resplandeciera tan osadamente como una ciudad sabre una colina. Sin embargo, también nos urgió a conservar nuestra salinidad, nuestra base terrenal. Soy radiantemente sano cuando acepto y expreso tanto mi humanidad como mi divinidad. (F)
Mateo 5:13-14
La sal de la tierra
13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La luz del mundo
14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.