Recuerdo mi herencia espiritual, esas facultades divinas que proveen todo lo que pueda necesitar para darle la bienvenida a cada oportunidad o superar cualquier reto. Sigo el ejemplo de Charles Fillmore: “Prosigo con una gran fe a hacer todo aquello que tiene que ser hecho por mí”.

Afirmo orden divino según establezco prioridades en mi vida. La sabiduría y la comprensión moradoras me muestran la manera más eficiente de cumplir con mi objetivo. Hago uso de la fortaleza y el entusiasmo para mantener mi energía y gozo.

El amor me mantiene centrado en el bien ante mí y logro mis metas. Gracias al don divino de la eliminación, suelto todo aquello que discierno que no es para mi mayor bien o que no me corresponde hacer.