La prosperidad no se trata tanto de un cambio de condiciones sino de un cambio de conciencia. Cuando estoy en pleno acuerdo con la abundancia de la vida, aprecio el bien que ya está presente. Me siento energizado y entusiasmado. Al permanecer atento al bien por doquier, me preparo para notar y actuar cuando más bien se manifieste.

Dando gracias por todo lo que ya ha sido provisto para mi bienestar, entro a una nueva corriente de ideas divinas. Nuevos pensamientos de posibilidad reemplazan los viejos pensamientos de preocupación y duda. Pongo toda mi atención en mi conexión con Dios y doy gracias por todo el bien que experimento ahora. Mi agradecimiento crece, y mi prosperidad y abundancia surgen con facilidad.