Si pido consejo a los demás, puede que me dejen sin un sentido claro de qué camino o acción tomar. Aunque puede ser útil obtener una perspectiva del punto de vista de otro, recuerdo que tengo un vínculo innato con Dios —la fuente de toda sabiduría. Puedo dirigirme a Dios por guía, y puedo confiar en la impresión que reciba.

Cuando tengo dificultad para determinar un plan o una solución, tomo un momento para buscar la guía divina. Dejo de pensar en el problema y enfoco mi atención en mi interior.

Por medio de la oración y meditación, voy más allá de la actividad de mis pensamientos a un lugar de quietud. En callada comunión con Dios, soy capaz y estoy listo para recibir la guía que busco.