Mientras más consciente estoy de Dios en mi vida, más fácilmente reconozco la presencia del orden divino en todas las cosas. Afirmar el orden divino me facilita dejar ir y confiar en que la vida se desarrolla de un modo que me prospera y me bendice.

A veces, puedo sentirme impaciente y preguntarme si mis oraciones serán respondidas algún día. Cuando me encuentre preocupado, recuerdo las veces en que me sentí estancado y frustrado y que, a su tiempo, todo se solucionó de la mejor manera posible.

Confío en el orden divino como una afirmación de que vivo en un universo alentador y benevolente. Acepto la gracia de este orden y tengo fe en que mi vida está profundamente bendecida en todas sus formas.