Cuando era pequeño, recibí aliento de mis familiares, maestros y de otras personas en mi vida. Sus palabras positivas y edificantes me inspiraron a ir en pos de mis sueños y a confiar en mis dones para alcanzarlos.

Ya adulto, confío en lo Divino en mí para discernir cómo puedo fomentar y expresar mi potencial. Al orar, pondero acerca de las posibilidades disponibles para mí. Al demostrar receptividad, mi gozo y mi ímpetu se avivan.

¿Qué enciende mi entusiasmo y qué motiva mi expresión? Recibo inspiración durante mis momentos de devoción. Al orar, todo pensamiento de duda e inseguridad es reemplazado por confianza y entusiasmo. Nada puede impedir que le dé la bienvenida a todo lo que el mundo me ofrece para alcanzar mi potencial.