A lo largo de los años, he aprendido que hay una chispa de divinidad dentro de cada persona. Esa chispa de divinidad nos une como miembros de una familia y profundiza nuestra conciencia de Dios. Hoy, mi comprensión de mi divinidad se expande. Sé que mi naturaleza divina es mucho más que una chispa; es mi esencia, lo que yo soy realmente.

No necesito apoyarme en algo fuera de mí para recibir amor, consuelo y guía. Todo lo que pueda necesitar de Dios ya es mío y se expresa como yo. Mi sentido de unidad se extiende a todas las personas, a quienes ahora veo como seres divinos. Libre de mi ilusión de separación, estoy consciente de la Presencia divina en todas partes y que se expresa a través de todos.