Despierto cada mañana agradeciendo el nuevo día y las posibilidades infinitas que tengo ante mí. Reconocer mis bendiciones me llena de vitalidad y entusiasmo por la vida. Simplemente descansar en gratitud por unos momentos eleva mi espíritu y me recuerda que dondequiera que estoy, está Dios.

Como expresión única de lo Divino, yo soy llamado a demostrar completamente quién soy. Nadie más puede hacer eso por mí. Al hacerme cargo de mi tiempo y energía, puedo apreciar la belleza de este día, de mi vida y de mis seres queridos. Encuentro la semilla del bien dentro de cada reto o dificultad que encuentro.

Me nutro del bien con fe, sin resistir y positivamente. Agradezco mi unidad con Dios y crezco continuamente en comprensión espiritual.