Dios es mi fuente inagotable. Así como los alimentos que consumo dan energía y nutren a mi cuerpo, el Espíritu que mora en mí vigoriza cada área de mi vida. La sustancia divina está en mí y mis herramientas y prácticas espirituales me ayudan a accederla y permitirle que me revitalice.

Cada vez que necesite reabastecerme, acudo a Dios en mí y me conecto con mi identidad divina. Puedo lograr mis metas con mayor facilidad cuando medito, leo la Biblia o paso tiempo en la naturaleza. Independientemente de cómo llegue allí, lo más importante es que hago mi parte y me conecto con mi Fuente. Me abro y recibo. La divinidad que mora en mí me revitaliza, me energiza y me vigoriza.