Usando el poder creativo de mis pensamientos, comienzo el día centrado en la paz de Dios, la cual reside en lo profundo de mi corazón. Paso unos momentos de silencio en este santuario mientras me preparo para saludar el día. Con paz en mi corazón, veo más allá de cualquier experiencia que pueda perturbarme o enojarme.

Bajo mis defensas y permito que la maravilla me guíe. Reconozco que no sé las razones detrás de las acciones de otra persona y bendigo a la persona. Me enfoco en lo que quiero lograr hoy. Consciente de mi unidad con el Espíritu, vivo esta verdad: Yo soy paz. Yo soy amor. Yo soy sabiduría. Disfruto de mi día apaciblemente haciendo lo que me corresponde.