Cuando me enfrento a una circunstancia dura o desafiante, me tomo un tiempo para voltear mi conciencia hacia adentro. En esos momentos sagrados, respiro suavemente y dejo ir mis preocupaciones. Reconozco mi conocimiento interior que va más allá de mis sentidos físicos y afirmo: Tengo fe en que lo mejor y más grande se está desarrollando.

Mediante la oración, soy capaz de alejar mi atención de cualquier problema que esté enfrentando, yendo más allá de una aparente carencia a la realidad de la abundancia.

Acudo a mi pozo profundo de fe y considero soluciones nuevas y posibilidades infinitas. Sigo adelante con confianza, bendecido con la fe de que el amor, la paz, la salud y el gozo se manifiestan ahora en mi vida.