Cuando crecía, me enseñaron a respetar a mis mayores, a reconocer su experiencia, conocimiento y sabiduría. Sin embargo, tengo presente que no son solo sus años de vida los que cuentan, sino lo que han vivido y aprendido. Muchos han mostrado gran valor cuando enfrentaron desafíos.

Su actitud y disposición, su esfuerzo y determinación merecen respeto. Tal vez prestaron servicio durante momentos difíciles y ayudaron a sus congéneres con amor.

Les agradezco sus acciones. Siento un profundo respeto por quienes nos han mostrado el camino. Aprecio y honro la divinidad en quienes, gracias a sus contribuciones únicas y generosas, han hecho del mundo un lugar mejor.