Plantar una semilla requiere paciencia, según esperamos que los signos de vida broten de la tierra. Durante el proceso, hago mi parte por incentivar su crecimiento. Le proveo de agua y sol y la protejo de elementos destructivos que puedan dañar la tierna semilla.

Mientras crece, tengo fe en que se desarrolla como debería y con un patrón ordenado. Eso lo recuerdo mientras ayudo a quienes están en mi vida mientras crecen. Pueden estar superando un desafío o avanzando hacia una meta. De cualquier manera, resisto la tentación de dirigirlos en la dirección que yo creo que deberían tomar o a apurarlos en su desarrollo.

Sé que ellos perciben el llamado de sus corazones y su voz interior. Yo soy paciente y amable cuando les ofrezco mi apoyo y mi amor.