A lo largo de mi vida he aprendido que hay un tiempo para trabajar y un tiempo para descansar, así como hay un tiempo para hablar y un tiempo para escuchar. Recuerdo esta verdad si me encuentro trabajando arduamente para que algo suceda.

He de tomar tiempo para detenerme y ejercitar la fe y paciencia necesarias para que mis esfuerzos tengan tiempo de manifestarse. Confío en ese proceso ordenado, dejo ir y permito que Dios obre. Detengo mis intentos de controlar la vida, sabiendo que Dios es la esencia misma de la vida. Creo en que mi mayor bien está en camino, lo que me hace ser más paciente y confiado. Hago mi parte y luego descanso, reconociendo que Dios está por doquier.