El orden divino de la naturaleza me rodea. Observo los cambios de estaciones, las fases de la luna, incluso el movimiento diario del sol en el cielo. El mundo natural sigue un patrón ordenado. Puede que mi vida no sea tan predecible, mas ella también se desarrolla siguiendo un orden.

Recuerdo esto si empiezo a sentir impaciencia porque mis metas se sienten lejanas o porque la ayuda o inspiración que necesito para avanzar no ha llegado. En esos momentos, me detengo y afirmo orden divino. Centro mi atención en lo que tengo ante mí y libero las preocupaciones sobre el futuro. No sucumbo a los sentimientos de frustración o a la tentación de forzar el proceso de manifestación. Siento mi conexión con Dios y confío en Su orden.