La gracia es como un arco iris luego de una tormenta. Me recuerda que tengo el poder para seguir adelante después de cualquier desafío. Si dudo de mis habilidades y me siento tentado a evadir mis retos, recuerdo que la gracia divina me apoya y me sostiene. Cuando no estoy seguro de cómo comenzar o qué camino tomar, confío en la gracia: esa conciencia de fe que me confirma que no estoy solo.

Irradio la luz de Dios y continúo con mi vida de una manera nueva. Descanso en la seguridad de la gracia de Dios, la cual me lleva a nuevas alturas y me da la confianza para descartar el temor y la duda. Pienso positivamente, hablo afirmativamente y confío en que la gracia me bendice siempre.