Si siento inseguridad acerca del siguiente paso que he de dar, dejo ir y le entrego todo a Dios. No evado la dificultad ni trato de forzar soluciones. En vez de ello, determino liberarme de cualquier actitud mental pesimista y me mantengo receptivo a las soluciones. Dejo ir cualquier deseo de control, así como la necesidad de esperar un resultado determinado.

Existen soluciones más allá de lo que mi mente puede concebir. Cedo el paso a las posibilidades. Confío en la Presencia divina.

Dejar ir y confiar en Dios significa crear un espacio para que la energía divina me apoye con su dinamismo y creatividad. La sabiduría, la comprensión y el amor divinos iluminan mis pensamientos y me guían siempre.