Uno de los regalos más preciados que infunden la paz interna es vivir en armonía con uno mismo. Cuando me acepto y amo tal y como soy, siembro gracia y compasión en mi corazón. Cuando soy afable conmigo, acreciento la paz moradora.

Al crecer en comprensión propia y expresar más plenamente mi naturaleza espiritual, percibo el amor incondicional de Dios, lo que me ayuda a acoger la gracia. Verme como una creación divina reafirma mi ser verdadero y me brinda paz profunda y duradera. Mi conversación interna es positiva y afirmativa. Yo soy amable conmigo mismo, cómodo en mi propia compañía. Siento paz.