Dejar ir no es rendirse, sino participar de lleno en la dinámica del poder de Dios. Doy apoyo verdadero a otros, dejando ir mis preocupaciones por ellos. Me alineo con el potencial innato para el bien que mora en ellos. Los apoyo afirmando fe y confianza en el poder sanador y prosperador de Dios.

Esto también es verdad para mí. Cuando abandono mi necesidad de control, me abro a nuevas respuestas. Confío en que las soluciones perfectas se están desarrollando. Abandono cualquier hábito de pensamiento o comportamiento negativo. Me libero de los errores del pasado. Doy la bienvenida a la guía amorosa del espíritu de Dios en mí, para que me guíe en dirección a mi mejor vida.