Me siento dichosamente feliz en este hermoso día. De hecho, mi corazón está lleno de tanto júbilo que quiero compartirlo donde quiera que vaya y con quienes me encuentre. Al crecer espiritualmente, he profundizado mi gozo. Comprendo que el verdadero gozo no viene de tener posesiones o una casa perfecta. Tampoco viene de poseer una apariencia perfecta. Todas esas cosas se pueden perder en un instante.

Cuando siento gozo espiritual en mi mente y mi corazón, confío en su permanencia. El gozo verdadero y perdurable surge de mi relación con Dios. Practico profundizar esta conexión, apreciando la divinidad de cada persona. Cuando comparto mi felicidad, mi gozo crece.