Cuando sienta temor burbujeando en mi interior, aprovecho la oportunidad para mirar por debajo de la superficie y descubrir su origen. La mayoría de las veces nace de la incomodidad de no conocer el futuro. Respiro profundamente y permito que los músculos de mi cuerpo se relajen, y siento que el remolino de mis pensamientos se aquieta. Cambio mi atención al espacio tranquilo de mi corazón.

El temor es una reacción natural y puedo utilizarla como una herramienta para recordar que no existe lugar donde Dios no esté. No existe situación que enfrente solo. Invoco el valor y la fe, confiando en que lo Divino está en los detalles. Sabré todo lo que necesito saber, y cada paso se aclarará en el momento correcto y perfecto.