Alergias Alimentarias
Las alergias a los alimentos son un problema cada vez más frecuente, cuya prevención fundamental es la lactancia materna. Las alergias alimentarias son reacciones adversas a un alimento o respuesta clínica a la ingestión de un alimento o un aditivo alimentario, tales como toxinas, cafeína, contaminantes químicos.
Las generaciones más jóvenes son las más aquejadas, pero siempre se manifiestan a partir de la infancia y en esta etapa es donde se pueden tratar a tiempo.
La prevención en niños para evitar el desarrollo de una alergia alimentaria incluye la identificación precoz de los mecanismos que están involucrados en su patogénesis, que frecuentemente se deben a reacciones mediadas por inmunoglobulina E (IgE) y a otros factores.
Eliminar o reducir alimentos potencialmente alergénicos ingeridos por la embarazada en el último trimestre de la gestación y primeros meses de lactancia, especialmente leche de vaca y huevos.
Promover la lactancia natural, que juega un doble papel beneficioso al eliminar algunas proteínas alergénicas (beta-lactoglobulina) y aportar importantes factores inmunes defensivos.
Las alergias de origen alimentario están experimentando un notable incremento. Su incidencia se ha duplicado en los últimos 25 años, y además de factores genéticos y ambientales, una serie de circunstancias parecen influir decisivamente en el aumento de este tipo de patologías: Entre ellos, la introducción de cereales en la dieta de los lactantes, que comienza a universalizarse a partir de la década de los 60. Las proteínas de los cereales poseen gran capacidad alergénica.
Otro factor es el crecimiento del consumo de frutas exóticas, de reciente introducción en el mercado, a las que nuestro organismo no está habituado. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el bajo peso al nacer es también determinante. Los bebés con peso inferior a 2.500 gramos muestran una respuesta inmune alterada, deficiente, y son más propensos a las enfermedades alérgicas e infecciosas.
Los especialistas consideran que la supresión temprana de la lactancia materna, para pasar al biberón, es otro factor que explica el incremento de las alergias.
Hay alérgenos ocultos, cuya detección resulta a veces casi imposible, presentes en alimentos procesados industrialmente a los que para mejorar su aspecto, color y sabor se les agrega sustancias como caseína, proteína de soja, gluten de trigo, derivados de maíz o avena y extractos de levaduras.
Los individuos alérgicos al huevo deben ser cuidadosos con las vacunas para el sarampión, parotiditis, rubéola o gripe, que contienen cantidades ínfimas de proteínas de huevo, aunque en general suelen ser bien toleradas. Algunas reacciones a dichas proteínas se deben más a la gelatina que contienen que al propio huevo.
Las alergias causadas por otros alimentos, como cacahuetes, nueces, pescados y mariscos son más duraderas en su sensibilización y pueden perdurar durante décadas o para toda la vida. En estos casos, hay que abstenerse de tomarlos.
Un parásito del pescado, el anisakis simple, puede provocar alergia, en ocasiones con resultado grave. Este parásito se introduce en el ser humano por ingesta de pescado crudo, en salazón, ahumado o marinado. Se elimina a través del calor y el frío. Por eso es importante freir, cocinar o asar el pescado; y la congelación es una garantía, ya que mueren las larvas del parásito. Pero debemos evitar el consumo de pescado crudo.
Los síntomas, clave para el diagnóstico
Los síntomas de una alergia alimentaria son urticaria, eczema y prurito o picor (a nivel cutáneo), rinitis alérgica o asma (a nivel respiratorio) y náuseas, vómitos, dolores abdominales y diarrea (a nivel gástrico). En algunos casos aparecen reacciones graves, como el shock anafiláctico, broncoespasmo agudo severo, y angioedema de vías respiratorias, que pueden llegar a producir la muerte.
El diagnóstico de la alergia alimentaria no es fácil y constituye, en ocasiones, una labor casi detectivesca. Aunque la edad y las manifestaciones alérgicas constituyen una pista y orientan al especialista, hay que recurrir a pruebas específicas para dar con el alimento al cual se es alérgico.
Cómo detectar las alergias
Las pruebas cutáneas son las más utilizadas. La denominada prick-prick consiste en picar el alimento fresco con una lanceta y a continuación pinchar en la piel del antebrazo del paciente con ese mismo instrumento y analizar la reacción transcurridos 15 minutos. Si el resultado es positivo y se detecta una alergia, se forma una pápula.
También se utiliza la provocación alimentaria, consistente en eliminar de la dieta durante dos semanas el alimento sospechoso para luego volver a administrarlo, comenzando con dosis muy pequeñas y observando la reacción que provoca.
La dieta de eliminación es la primera elección cuando se trata de alergias en los niños más pequeños. Se prescinde del alimento sospechoso y se observa una mejoría evidente en pocas semanas, naturalmente siempre que el alimento eliminado sea el responsable. Si de esta manera no se detecta al culpable, puede probarse con la dieta de provocación.
Siempre se debe recordar que este tipo de pruebas las debe realizar el médico, para que sea él la persona que indique que tipo de control se debe llevar de acuerdo al tipo de alergia alimentaria; y si usted es una persona precavida siempre mire los componentes químicos cuando vaya a consumir un alimento enlatado que son los más propensos a producir intoxicaciones y alergias.
Fuente : Revista Consumer