La auto-compasión
Seguro que todos nos hemos dicho a nosotros mismos, en mayor o menor número de ocasiones "¡Qué desgracia, ¿por que me ha ocurrido esto precisamente a mí?". "¡Qué mala suerte tengo, siempre me sale todo mal!". Estas y otras quejas similares contienen una gama completa de sentimientos como el enfado, la ira, la desesperación, la resignación y la auto-compasión.
Lo que ocurre es que hay personas que se exceden en su auto-compasión y eso hace que acaben sumidas en un estado de desesperanza, producida por la percepción constante de su incapacidad. Uno se siente perdedor y no puede dejar de perder. El primer paso para aceptarse es conocerse. Ser consciente de las virtudes para potenciarlas y los defectos para subsanarlos en la medida de lo posible es la mejor forma de asumir la auto-compasión.
La reacción ante todo lo que le perjudica en la vida se puede concentrar en la queja: "¿Qué he hecho yo para merecer esto?". En la mayoría de las ocasiones la respuesta sería que lo ha logrado debido a su pasividad, su resignación, su forma de pensar negativamente y por su fatal tendencia a centrarse en sí mismo.
Las personas que constantemente se autocompadecen están convencidas de que son las únicas que sufren los sinsabores de la vida, que su destino nunca les deparará nada bueno y, ante la mínima dificultad o contrariedad, reaccionan con toda una serie de quejas y lamentaciones.
La persona que se autocompadece, o la persona depresiva, ve únicamente una pequeña porción de esa realidad que es su vida cotidiana y que, además, está repleta de hechos negativos. Es decir, inconscientemente deja de percibir que en su vida suceden un montón de hechos positivos porque su atención está exclusivamente centrada en aquellos sucesos que confirman su incompetencia.
Es indiscutible que algunas personas tienen más suerte o desgracias que otras, así como que no existe nadie a quien le ocurran exclusivamente venturas o desventuras. El destino no está escrito en las estrellas ni es producto de la casualidad, sino que se basa en nuestra predisposición y nuestro carácter y de nuestra forma de actuar frente a la vida.
Tender a compadecerse excesivamente de sí mismo agota y debilita; destruye la confianza en uno mismo, desanima y, provoca que los demás le eviten. Además, acaba convirtiéndose en una costumbre y la persona entrará dentro de un círculo vicioso del cual será muy difícil salir sin ayuda profesional.
La auto-compasión es muy frecuente en estos tiempos donde la vida es cada vez más agitada y donde ciertos valores se han ido perdiendo pero es importante recordar que “usted es la única persona que puede hacer que su vida sea un caos de negativismo o una semilla de positivismo”.
Los profesionales pueden ayudar a este tipo de personas para que se den cuenta por sí mismas que su actitud de lamentación es precisamente el origen de su desgracia. El centrarse menos en uno mismo permite darse cuenta de que a los demás les ocurre lo mismo.
A través de la intervención del psicólogo, la persona deberá hacerse dueña de su futuro y moldearlo conscientemente y estará en el poder de decidir si acepta los reveses que le da la vida con pasividad o si se enfrenta a ellos con la fuerza de su reflexión y con la plena confianza de que todo va a cambiar, cuando una persona es demasiado negativa y se cierra a no encontrar soluciones más oscuro es el panorama, pero si piensa positivamente sin estar en la auto-compasión será más fácil el aprender a manejar las situaciones difíciles que a veces se nos presentan en el diario vivir.
Fuente : Psicocentro/María José Gonzales