Ser coherentes
El concepto de coherencia se basa, fundamentalmente, en la noción de analogía. Podemos definir la analogía como una idea de igualdad que presenta diversos grados de exactitud. Es una noción básica sin la cual no podríamos establecer el menor conocimiento del mundo, al menos en el sentido que para los humanos tiene el verbo conocer. Según esto, el principio de analogía es, probablemente, el pilar básico de nuestra percepción visual y de nuestras construcciones mentales.
Imaginar un mundo sin analogía es lanzarse al laberinto de lo absolutamente indiferenciado, en el que todo es distinto a todo y no existen ni pueden existir patrones comparativos o normas. Es decir, un mundo incoherente. El principio de analogía nos permite determinar grupos de pertenencia, identificaciones individuales, desarrollar comparaciones cuantitativas o cualitativas, y todo ello con diversos grados de exactitud o aceptación.
El principio de analogía nos permite determinar grupos de pertenencia, identificaciones individuales, desarrollar comparaciones cuantitativas o cualitativas, y todo ello con diversos grados de exactitud o aceptación. El principio de analogía, pues, es flexible, abierto y atento a las situaciones concretas en las que funciona o se presenta.
La coherencia es el valor que nos hace ser personas de una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios y nuestra moral. Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.
El problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
En algunos momentos exigimos coherencia en los demás: recibir un justo salario, colaboración por parte de los compañeros de trabajo, que nos procuren atenciones en casa, la lealtad y ayuda de los amigos. Pero esto debe llevarnos a reflexionar si trabajamos con intensidad y en equipo, si correspondemos con creces a los cuidados que recibimos en casa, si somos leales y verdaderos amigos de nuestros amigos.
Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.
Para ser coherentes se necesita voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.
La práctica y vivencia
- Examine si sus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
-Piensa en la coherencia que exige de los demás y si actúa y corresponde, al menos, en la misma proporción.
-Sea prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrá que esconderse, mentir y comportarse en forma contraria a sus principios.
-Procure no ser necio. Considere que algunas veces puede estar equivocado, escuche, reflexione, infórmese y corrija si es necesario.
La experiencia demuestra que se vive con mayor tranquilidad al comportarnos de manera única; que a la larga, todos aquellos que alguna vez se burlaron de nuestros principios, terminan por reconocer y apreciar la integridad de nuestra persona. Por este motivo, la unidad de vida aumenta nuestro prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza incondicionalmente la estima, el respeto y la confianza de los demás.
Fuente : Encuentra