Los bellos y las bellas
Pienso que los televidentes están generando una repulsa a los rostros bellos. No tengo forma de apoyar esta hipótesis más que por las opiniones que me llegan de la gente del común y corriente. Percibo un cansancio esencial frente a la imposición de las caras bonitas y atractivas que abundan en la publicidad, los desfiles, los noticieros y cualquier forma de espectáculo.
En cierta ocasión escribí sobre el "Derecho a ser feo". Hoy quiero expresarme frente al derecho a ver lo feo, a degustar de una cara normal o incluso afeada, con arrugas, lunares y desproporciones no maquilladas, adecuadamente imperfecta.
¿Qué pasaría si hubiera más presentadores de color, con gafas o vestidos de sport en la pantalla chica? ¿Qué tiene que ver el contenido del mensaje con la pinta o la sonrisa resplandeciente? No estoy diciendo que la información deba ser suministrada por Drácula, el hombre lobo o algún monstruo desaliñado, sino que no necesitamos de tanta estética para optimizar el mensaje y llegar al público.
Tengo la intuición de que si alguna programadora rompiera el paradigma de mostrar mujeres bonitas y esbeltas (las que permanentemente le recuerdan a las espectadoras lo lejos que están del estándar ideal), ésta podría acaparar una gran audiencia femenina que no desea compararse sino escuchar ¿Han visto las presentadoras de las cadenas alemanas, francesas o italianas que pasan por el sistema de cable? Poseen una sonrisa amigable y hablan bien, no pasan del promedio, no hay cosas secretas: nada que ocultar, son como son. No intentan parecer felices a toda hora.
Para los hombres de nuestra televisión la exigencia estética no es tan estricta. Evidentemente hay más hombres feos que mujeres feas: pensemos en los encargados del área deportiva, los animadores de programas de entretenimiento e incluso en algunas telenovelas, como por ejemplo, El Inútil.
¿Quién dijo que los protagonistas de las telenovelas deben ser "lindos" y "lindas"? ¿Y qué ocurrió con Betty? Podría argumentarse que no era fea sino linda, pero la mayor crítica de sus seguidores fue la incapacidad de la programadora por mantenerla fea hasta el final.
¿Hay evidencia empírica razonable que demuestre que los consumidores de telenovelas dejarían de verlas si los intérpretes ya no fueran hermosos?Por el contrario, yo creo que si existiera un canal de televisión sólo para feos y feas, tendría el mayor de los éxitos. Podríamos descubrir al fin que no somos tan horribles como han querido hacernos creer, recuperaríamos la autoimagen a fuerza de ver televisión: El canal de los feos, el canal de la verdad estética.
Quizás no seamos tan ingenuos ni banales. La psicología ha demostrado que bajo ciertas condiciones, existe la tendencia a imitar más los modelos reales que los ideales, como si tanta maravilla fuera sospechosa: un dejo de agudeza.
La gente se casa con gente normal. Las divas y los galanes sólo existen en el mundo ilusorio de una estética cada vez más consumista, voraz y agresiva. No niego que lo bello sea agradable a la vista, pero hay que reconocer que la superabundancia de belleza termina por empalagar al observador y nos lleva, curiosamente, a extrañar un poco la fealdad cotidiana, cálida y amable, de la que formamos parte.
Fuente : Comentarios sobre el vivir