Rebeldes con causa
Las conductas agresivas de los adolescentes pueden ser una especie de revancha por los malos tratos recibidos en la infancia.
Según un dicho popular la violencia engendra violencia; según los especialistas en Violencia Familiar las raíces de la violencia en adolescentes suelen estar en los modelos recibidos durante la infancia.
A menudo las conductas violentas constituyen una especie de venganza por los malos tratos, abandonos, humillaciones y otras formas de abuso del poder adulto que han padecido durante la infancia.
Así mismo el maltrato que padecen los niños se transforma luego en un modelo que es repetido cuando son más grandes. Si de alguna forma no se logra cortar este círculo de violencia, el modelo seguramente tenderá a repetirse, a veces con más intensidad.
Las conductas agresivas, que adoptan la forma de rechazos, descalificaciones, gestos de autosuficiencia, intentos de ruptura del orden impuesto, desorden y descuido por el patrimonio familiar tienen lugar ante aquellas cosas que el adolescente percibe como injusticias.
La reacción de los padres
Los especialistas dicen que ante las conductas agresivas de los hijos adolescentes, los padres suelen asustarse y angustiarse o responder con más agresión.
Ambas respuestas son disfuncionales, a través de ellas los padres dejan de lado su rol contenedor y orientador y se ubican en el mismo plano que los hijos. Muchas veces las conductas contestatarias y de oposición de los adolescentes se van transformando en conductas violentas, porque los adultos transforman la interacción en una escalada en la que se miden las fuerzas de cada uno.
"Cuando los padres entran a jugar el rol de contendientes en una especie de guerra, han perdido toda posibilidad de seguir ocupando su rol paterno y materno, y preparan el terreno para riesgos mayores, como la violencia, las transgresiones más serias o las adicciones".
¿Oposición o violencia?
Es importante establecer una distinción entre conductas agresivas características de la adolescencia, que no causan destrozos ni daños a las demás personas, y aquellas otras que pueden ser consideradas violentas, ya que implican el uso de fuerza (romper, golpear, insultar, humillar o violar).
Mientras que las conductas de provocación o de oposición características de los adolescentes se van modificando a medida que transcurre esta etapa de la vida, las conductas violentas propiamente dichas exigen la intervención de un equipo profesional especializado.
Intolerancia a la frustración
Otro factor que puede contribuir con la gestación de la violencia en la adolescencia es la dificultad para establecer un nivel aceptable de tolerancia ante la frustración. Esta dificultad es producto de toda una historia familiar. Suele estar relacionada con la capacidad de los padres de poner límites sin agredir, su propia tolerancia a la frustración, sus posibilidades de contención y, fundamentalmente, el modelo de resolución de conflictos que le han trasmitido a sus hijos.
Ambos especialistas coinciden en que un niño respetado, tratado correctamente y que crece en el marco de un contexto familiar armónico, es bastante poco probable que se transforme luego en un adolescente violento.