La prosperidad es una expresión externa de mi conciencia crística. La abundancia tiene muchas formas, incluyendo salud, paz, relaciones personales y estabilidad financiera. Jesús dio gracias cuando compartió unos pocos panes y peces, y proveyó alimento a la multitud. Sigo este ejemplo y bendigo todo lo que tengo, todo lo que recibo y todo lo que doy.

Alineo mi conciencia con el Cristo mediante mis pensamientos, mis actitudes y mi fe. Evito pensar en la escasez y sentirme separado de Dios, ya que hacerlo impide el fluir de bien en mi vida. Enfoco mi atención en la Verdad de que habito en un universo abundante y que soy una creación de Dios bendecida. Vivo en un fluir de bien, y permito que fluya por medio de mí con gozo para bendecir a los demás.